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sábado, 29 de junio de 2013

LA PEDRERA, UN TRIO DE AMOR, ODIO Y DINERO.. Capítulo 3: Las obras de la polémica

El Ayuntamiento de Barcelona daba la callada por respuesta y no otorgaba la licencia de obras, pero aún así las obras comenzaron sin el permiso pertinente bajo la batuta de Gaudí y con el Sr. Josep Bayó como constructor (el mismo constructor de la casa Batlló).
Poco a poco se fueron levantando los primeros pisos y la forma que adoptaba el edificio empezó a chocar con la mentalidad de la época, poco acostumbrada a arquitecturas de formas tan inusuales como las de esta casa, con la que no podían establecer ninguna forma de comparación.


La casa de piedra clara poco a poco fue creciendo en medio del Paseo de Gracia y pronto la gente comenzó a llamarla La Pedrera (la cantera) debido a su revolucionaria forma. La nueva casa empezó a ser el choteo de las clases altas de Barcelona y hay que imaginar a Doña Rosario que quería una casa que mostrara su alto estatus y posibles, viendo los extraños agujeros a modo a de ventanas de su futura casa. 
Corre por Barcelona una especie de leyenda urbana que cuenta que el político francés Georges Clemenceau vino a dar una conferencia pero que al ver la Pedrera se marchó corriendo sin tan siquiera dar el discurso, muerto de miedo solo de pensar que la gente aquí pudiese vivir en un lugar semejante.

Monsier George Clemenceau

Desde las revistas satíricas de la época comenzaron a disparar dardos contra la casa de Doña Rosario, denominándola con epítetos tan “cariñosos” como “mona de Pascua”, o “hangar para dirigibles”.


Además del ambientillo que se respiraba alrededor de la obra, el Ayuntamiento seguía sin dar el permiso para la obra. En diciembre de 1907 se denunció que uno de los pilares que llega hasta el suelo estaba fuera de la linde del terreno y ocupaba parte de la acera. Gaudí se limitó a decir: “si quieren cortaremos el pilar como si fuera un queso y en la pulida superficie que quede pondremos una leyenda con la frase “cortado por orden del Ayuntamiento”. Se ve que esta respuesta del arquitecto no le hizo mucha gracia al inspector municipal que interrumpió la obra, aunque en la práctica se hizo caso omiso de esta orden y la obra continuó. 
Lógicamente las autoridades municipales atacaron con una bonita multa de 100.000 pesetas (600€) de la época. Una fortuna, vaya!. Los Milà habían dado la orden a sus criados de no firmar ningún acuse de recibo y al final el Ayuntamiento tuvo que ceder ante los actos consumados de que la casa seguía creciendo y nadie hacía puñetero caso. Así en junio de 1909 por fin concedieron el permiso de obras.
Aún así continuaron lloviendo las denuncias por diferentes causas pero seguramente dada la importancia social del matrimonio Milà las denuncias fueron archivadas y en diciembre de ese mismo año de 1909 la Comisión Especial del Ensanche aprobó definitivamente las obras por razones de “carácter artístico que separa el edificio de los demás” aunque el ayuntamiento se vengó no otorgando el premio al mejor edificio que otorgaba cada año.
Las relaciones entre la señora Rosario y Gaudí cada vez eran más tensas; ella no compartía la admiración por el arquitecto que tenía su marido y veía como tenía que ir pagando facturas cada vez más caras a medida que la casa crecía. 
Desde un principio la idea había sido la de hacer un piso principal para vivienda de los Milà y en el resto de la casa hacer pisos de alquiler. Por ello Gaudí montó un “piso piloto” para mostrar a posibles inquilinos con unas preciosas puertas de roble macizo. Doña Rosario se echó las manos a la cabeza cuando supo cuanto costaban las dichosas puertas y ordenó hacerlas mucho más sencillas. Afortunadamente se han conservado estas puertas de muestra gracias a Jordi Yglesias, el inquilino que entró en los años 40 que procedió a restaurarlas y aún las podemos admirar.
La casa se hizo un poco siguiendo los deseos de los futuros inquilinos como el Sr. Antoni Feliu Prats, propietario de Industrial Linera que era muy aficionado a los Rolls Royce (llegó a tener 3) y que debido al tamaño de sus cochecitos no podía acceder al aparcamiento situado en planta sótano ya que no cabían por la rampa. Así pues Gaudí tuvo que suprimir un pilar de esta rampa para que los coches pudieran girar bien.
Doña Rosario quiso empezar a alquilar los pisos en diciembre de 1910 antes de que la obra estuviera acabada para ver si podía comenzar a entrar dinero “cash” ya que cada vez le costaba más abrir la mano para pagar las facturas que le presentaba Gaudí. Pero aunque el Ayuntamiento no le puso pegas hasta octubre de 1911 no le dio el permiso para su propia vivienda.
Cuando Gaudí firmó el final de obra los pisos se alquilaron rápidamente……

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