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viernes, 19 de abril de 2013

LA PEDRERA, UN TRIO DE AMOR, ODIO Y DINERO. Capítulo 1: el dinero



Estamos hablando de una de las vecinas más famosas de nuestro B&B Quadrat d’Or: la casa Milà o más comúnmente: la Pedrera.


La historia de uno de los más visitados, fotografiados y hoy en día admirado edificio de viviendas de Barcelona, es tan fascinante como la propia Pedrera. Desde su concepción, la casa Milà ha desatado fuertes pasiones que no siempre han sido pasiones positivas, como veremos más adelante.
El trío que titula el artículo está formado por una pareja, Pere Milà i Camps y su esposa Roser Segimon i Artells y el innovador arquitecto de moda en la época, Antoni Gaudí que el Sr. Milà contrató para realizar una casa lujosa, espectacular y…. diferente.
Pero la historia comienza tiempo antes de la boda de los señores Milà, cuando en un barco procedente de América llega al puerto de Barcelona un indiano acaudalado que decide volver a casa, al pueblo tarraconense de L’Aleixar.
El Sr. Josep Guardiola ( nada que ver con el ex entrenador del Barça que se sepa) con 16 añitos se lanza a la aventura para dejar atrás su familia tradicionalista y carlista con la que no tenía muchos puntos en común (él era progresista y republicano) y después de pasar por Inglaterra recaló en San Francisco, en los Estados Unidos. Al cabo de un tiempo cambió América del Norte por Guatemala donde compró una finquita (según explican se necesitaba 2 días a caballo para darle la vuelta) donde cultivaba caña de azúcar y café.

El Sr. Guardiola, recien llegado de América

Rondando los 60 años y con el bolsillo bien pertrechado de billetes, decide disfrutar de la vida en París, y darse el gustazo de gastar las rentas de sus posesiones en Guatemala y en Brasil y las acciones de que dispone del canal de Panamá, en disfrutar de los placeres mundanos que la ciudad de las Luces proporcionaba en la Belle Epoque.
El Sr. Guardiola tenía una hija mulata reconocida por él, Lola, que un día le presenta a una amiga de Reus de 22 añitos, guapa, blanca de piel, al gusto de la época y vestida como una muñequita de niña bien. Esta amiga de Lola era la señorita Roser Segimon, hija de un comerciante de Reus y que con esta boda saltó un escalafón en la escala social.
La señorita Roser Segimon

El reciente matrimonio se instala en París junto a su mayordomo, camarera, cocinera, dos cocheros, lavandera, planchadora y peluquera; aunque de vez en cuando pasaban temporadas en su piso de Barcelona o en su casa de veraneo de Blanes, para cambiar de aires o para pasar el invierno, que en París hace mucho frío en Enero y Febrero.
Viajaron a Egipto y a los Estados Unidos gastando parte de los 20 millones de pesetas de la época (una burrada en euros de hoy en día) que el rico indiano había traído al volver de América.
Al cabo de 10 años de feliz y desahogado matrimonio, la Sra. Roser se queda viuda ya que el Sr. Guardiola sufre una embolia en 1901.
Roser siempre guardó un gran recuerdo de su primer marido, aparte de 15 millones de pesetas en herencia (más pisos, joyas y otras posesiones) que eran los que quedaban de aquellos 20 que desembarcaron un día en el puerto de Barcelona.
Para reponerse de su pérdida, la a partir de entonces denominada viuda Guardiola, viajó al balneario francés de Vichy, tan de moda entre las clases pudientes de primeros del siglo XX. Allí se topó con un joven barcelonés bien plantado, vestido exquisitamente y con aires de dandy que enseguida comenzó a cortejar a la reciente viuda. Era el señor Pere Milà i Camps.

....y el Sr. Pere Milà

Pere Milà era un señorito de su época, hijo de una familia pudiente, amante de los coches deportivos y la buena vida. Dedicarse no se dedicaba a nada concreto: a negocios varios, era empresario de la plaza de toros de La Monumental y a la política, fue diputado por Solsona, vaya, lo normal para un hijo de clase bien. 
Es fácil pensar que la viuda de Guardiola enseguida se prendó del joven Milà, aunque al principio le diera calabazas, sobre todo pensando en lo reciente de su estado.
Pere no se desanimó y siguió cortejándola, cada vez con más interés por parte de la dama. Un día Pere le propuso un ultimátum muy romántico: le envió dos rosas (roser en catalán también significa rosal), una blanca y otra roja, con una nota en la que le pedía que saliera a pasear con una de las rosas prendidas en su vestido, blanca si lo rechazaba y roja si aceptaba casarse con él. Evidentemente esa tarde el vestido de Roser lucía una hermosa y fragante rosa roja.
En 1905 Pere i Roser se casaron. Las lenguas “bienintencionadas” de Barcelona dijeron que no se sabía si Pere (entonces Perico) se había casado con la viuda Guardiola o con la guardiola (hucha en catalán) de la viuda.
TO BE CONTINUED…..

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