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martes, 23 de abril de 2013

LA PEDRERA, UN TRIO DE AMOR, ODIO Y DINERO. Capítulo 2: El casado casa quiere.


El Passeig de Gràcia de principios del siglo XX empezaba a ser el lugar de moda entre las clases altas de Barcelona. No eras nadie si no tenías una casa en el Paseo de Gracia.
El Passeig de Gràcia a principios del XX

La amplitud del paseo permitía lucir palmito a bordo de los enormes carruajes de caballos de la época, cosa impensable hasta entonces en la encorsetada ciudad amurallada. Al Paseo ibas a ver y a que te vieran, a refregar por la cara de los demás tus “posibles” y a criticar el mal gusto con que vestía menganito o lo ostentoso de las joyas de zutanita.
Los mejores arquitectos de la época: Enric Sagnier, Josep Oriol Mestres, Lluís Domènech i Montaner o Josep Puig i Cadafalch estaban construyendo enormes casas para lo más granado de la alta burguesía barcelonesa.

Josep Batlló, socio del padre de Perico Milà estaba reformando una antigua casa de 1875 y había contratado a uno de los arquitectos de renombre de la época: Antoni Gaudí. Pere quedó tan maravillado de las innovaciones técnicas y estéticas que estaba introduciendo Gaudí que le encargó el diseño de la nueva casa que el matrimonio pensaba construir en el solar del Passeig de Gracia, esquina Provenza que acababan de comprar con el dinero de Doña Rosario.

La Casa Batlló en obras

El solar estaba ocupado por un chalet, pero los Milà querían hacer un edificio de viviendas para ocupar ellos el piso principal y alquilar el resto, como era lo normal por entonces. Esta costumbre es aún muy visible en la composición de las fachadas de los edificios, pues el piso principal es el que tiene los techos más altos y está mucho más ornamentado que los demás. Además, como el ascensor no estaba aún muy implantado y lo normal era utilizar solo las escaleras, el alquiler de los pisos bajaba de valor conforme los inquilinos tuvieran que subir más tramos de escalones. Esta forma de ocupación de los inmuebles hacía que todas las clases sociales vivieran en los mismos barrios, localizándose por alturas y no por zonas de la ciudad tal y como ocurre hoy en día. Es quizás una forma más homogénea de reparto de la población, sin que se presenten barrios exclusivos y barrios marginales como estamos acostumbrados ahora, donde la altura a subir no solo no redunda en detrimento del valor del alquiler sino que una buena vista, como en el caso de los áticos, se cotiza muy bien en el mercado.

Fijaos en esta fachada típica del Eixample barcelonés, en ella podemos apreciar muy bien esto que os explicaba de la diversidad en vertical.

Casa Frederic Vallet del arquitecto Josep Mª Barenys

No sabemos si  Doña Rosario congenió en un primer momento con Gaudí, aunque cuando su esposo le notificó que había elegido al arquitecto de Reus, ella contestó con un: ah, Gaudí, yo conocí a su madre que venía a casa a recoger las sobras de la comida y la ropa usada….

Pere Milà estaba entusiasmado con la nueva arquitectura que se estaba realizando en Barcelona en esos momentos: la arquitectura modernista. Este amor por el nuevo estilo no era lo normal entre la gente de la época, al igual que no lo fue en épocas posteriores(podéis comprobarlo en esta entrada), cosa que llevó a la desaparición de numerosos edificios y locales a partir de la guerra Civil y hasta bien entrados los años 60. 

Su misma esposa no estaba nada entusiasmada con el modernismo. Ella quería un piso ostentoso que reflejara lo elevado de su condición y poder decorarlo al estilo Luis XV, que le parecía lo más chic en decoración de interiores, pero decidió darle un voto de confianza a su flamante marido del que estaba tan enamorada. Un voto y un montón de pasta para que comenzaran las obras de su ansiada nueva casa en el Passeig de Gracia.
Así el 2 de febrero de 1906 Gaudí presentó los planos en el ayuntamiento para la correspondiente licencia de obras……
CONTINUARÁ….

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